“La globalización”, (esa manera de hacer desaparecer el mundo real)

Muchos lustros después un excursionista de catorce años, alumno de antropología de la recién inaugurada universidad de lunáticos en el satélite estrella del Planeta, descubrió los huesos calcinados de un esqueleto humano en un pueblo del planeta Tierra que llevaba centenares de años olvidado de toda historia humana y quizá alguna vez habitado.
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En aquel tiempo hubo una vez un hombre que cuando tenía algún pensamiento claro en su cabeza, al instante ésta le quedaba vacía del toda inquietud e idea, y cuando alcanzaba ese estado, cada vez con mayor frecuencia, temía quedar reducido a la esencia de un pensador sin pensamiento, a un hombre sin vida interna y casi sin sentimientos, a un musculoso esqueleto.
 
Eso era algo que le molestaba cada vez más, sobre todo en la medida en que, al mismo tiempo, cumplía años, avanzaba en edad y su bienestar de jubilado pensionista quedaba en él, más y más afirmado. Nada encontraba de lo que se pudiera quejar.
 
Un día llegó, en las postrimerías de su vida, en el que tomó la decisión de abandonar su bienestar; cambiar de ciudad e instalarse en un pueblo pequeño para empezar una nueva vida, al margen de toda civilización. Sin wifi en casa, sin datos móviles, sin Apple TV, sin guasa, sin baño ni ducha, solo alcantarillado. Sin dirección postal conocida, sin amigos ni bares alrededor, sin hojas parroquiales, sin periódicos ni televisión, sin autovías cercanas; sin gente a quien saludar. Sin medios de comunicación.
 
Tuvo que superar muchas dificultades e inconvenientes porque el mundo, su familia, sus amigos, su entorno social se lo impedían de mil maneras una y otra vez, pero cuando lo consiguió ya nunca más pudo pisar una huella que hubiera pisado con anterioridad.
 
Así, éste hombre terminó por volverse loco porque no reconocía el nuevo mundo que había conquistado; un mundo desértico, sin señales, sin multas, sin hablar con máquinas, sin reloj, y cuando perdió todo control sobre su propia razón de ser ya fue tarde y murió.
 
Y murió sin darse cuenta. Y se murió sin saber que se moría, y se murió.
Postscriptum:
Desde que la globalización y la modernidad están en marcha el mundo no ha hecho otra cosa que retroceder al absurdo y al sinsentido.
 
La gente se ve obligada a ser progresista o dar por bueno tal título; nadie tiene la menor posibilidad de convertirse en reaccionario. Todo es avanzar y evolucionar hacia ningún lugar.

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